La familia de Martina había ido a hacer picnic junto al río, y mientras los papás descansaban, ella fue a dar una vueltita. Cuando volvió, le contó a Nahuel:
– Allá lejos, atrás del árbol, hay un cocodrilo enorme, con unos dientes largos como cuchillos.
– Martina, vos sabés que no hay que decir mentiras – le dijo la mamá.
– Pero no mamá, esto no es una mentira, es una historia – respondió Martina.
– A ver el cocodrilo, mostrámelo.
– No te lo puedo mostrar, porque cuando se estaba lavando los dientes con una ramita, vino una serpiente y se lo comió.
– Ah. Entonces vamos a ver a la serpiente que se comió al cocodrilo.
– No puedo, porque resulta que cuando la serpiente se estaba enroscando en un tronco, apareció un gato hambriento y malo y se la comió.
– Entonces mostrame el gato que se comió a la serpiente que se comió al cocodrilo- dijo la mamá.
– Tampoco, porque resulta que el gato se acostó a dormir y apareció una lombriz y se lo comió. – explicó Martina.
– Ah. ¿Y donde está la lombriz que se comió al gato?
– No está, porque apareció una hormiga y se la comió.
– Pero esto no puede ser – dijo la mamá haciéndose la desconfiada – Había un montón de animales y bichos comiéndose unos a otros y yo no vi nada. ¿cómo un bicho chiquito como una hormiga puede comerse una lombriz entera? Me parece que me contaste unas mentiritas.
– ¿Vos querés que yo te muestre ? – preguntó Martina.
– Sí, mostrame.
Y Martina le mostró una hormiga que había encontrado arriba de una piedra. La mamá se rió y no le dijo más nada.